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Lo importante no es ganar ni perder, ni tan siquiera participar.

Lo importante no es ganar ni perder, ni tan siquiera participar.


Sólo tiene 11 años, hace 5 que practica squash y Marta ya es campeona de España. Su vida gira alrededor del deporte. Se entrena seis días a la semana y dedica entre tres horas y media y cuatro horas al día. "Es un deporte muy duro -comenta su madre, la Maite- e implica mucha disciplina, responsabilidad y sacrificio".

El esfuerzo no sólo viene de la niña sino también de la familia, ya que los padres deben hacer lo imposible para poder llevarla a los entrenamientos al Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat del Vallés, a 40 kilómetros de su casa, sin desatender las necesidades de sus dos hermanos, que son más pequeños. Por ahora a Marta el squash la hace muy feliz. Ha tenido la suerte de encontrar buenas amigas y el ritmo trepidante de entrenamientos no le preocupa. Los padres nunca la han presionada para que se dedique, y si alguna vez quiere dejarlo afirman que respetarán la decisión.

Pero esto no siempre es así. A menudo los padres que tienen hijos que despuntan en algo se generan unas expectativas de éxito o de futuro que son poco realistas y terminan presionando demasiado a los hijos, explica Meritxell Beatriz, que es psicóloga del deporte. De hecho, el 85% de los padres de niños que destacan prematuramente creen que su hijo llegará a ser deportista de élite.


Estas expectativas a veces se acaban traduciendo en padres gritando los chicos durante los partidos para que corran o defiendan, dando consignas que se contradicen con las indicaciones de los entrenadores ... Escenas que son bastante habituales en los campos de deporte infantiles, especialmente en los de fútbol , pero también en muchos otros.

A pesar de todo, Joan Arumí, profesor del grado de ciencias de la actividad física y del deporte de la UVic-UCC, es optimista. Porque, aunque todavía hay demasiada agresividad que proviene de las gradas, su percepción es que la situación ha mejorado en los últimos 10 ó 15 años para que "los padres y las madres vayan cogiendo una visión más educativa del deporte". Beatriz es del mismo parecer y está convencida de que "aunque todavía queda mucho camino por hacer, actualmente el tema se está trabajando más".

"Que los padres den consignas para ser competitivos no está mal, pero también tiene que haber otras más enfocadas al aprendizaje", añade Arumí, que acaba de publicar el libro Entrena'ls para cooperar, donde hace un replanteamiento del deporte de equipo desde su propia experiencia como entrenador.


Herramienta de aprendizaje.

Hemos oído muchas veces, especialmente cuando se intenta consolar a alguien que acaba de perder una competición, que "lo más importante es participar", pero no es así, dice Arumí. "El deporte es competir, ganar, esforzarse, autocorregirse y sobre todo aprender para hacerlo cada vez mejor". De hecho, la frase completa del experto en educación física francés Pierre Parlebas en realidad tiene un significado muy diferente. Y dice así: "Lo más importante del deporte no es ganar sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito sino esforzarse por conseguirlo".

"Hay que ver el deporte como un escenario para aprender y para crecer y no tanto para llegar a ser algo", asegura Meritxell Beatriz. Y aún más si los deportistas son pequeños, una etapa en la que se debe priorizar la diversión, que no debe ser incompatible con el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio.
A veces los objetivos de la criatura son unos y los de los padres son otros. Quizás el niño sólo practica un deporte para poder estar con sus amigos, y los padres le recriminan que no se esfuerza lo suficiente. Según Beatriz, que es miembro del grupo de trabajo de prevención e integración a través del deporte del Colegio de Psicólogos de Cataluña, una correcta implicación de los padres pasa por respetar el interés y los objetivos del niño y acompañarlo en las frustraciones.

Joan Arumí cree que "perder debe servir como un elemento para aprender", para reflexionar sobre lo que se puede hacer mejor, asumir responsabilidades, hacer autocrítica ... "lo que a veces ni los entrenadores de Primera hacen", añade. En definitiva, el deporte también debería servir para desarrollar la competencia de aprender a aprender, un aspecto en el que, según él, la escuela va muy por delante del mundo del deporte.


Apoyo emocional.

Es importante que los padres intenten buscar un club que se adecue a su manera de pensar y de hacer, como hacen a la hora de elegir escuela. Meritxell Beatriz remarca que "los niños deben ir probando deportes, y pasarlo bien, y, si encuentran uno que les gusta, entonces los padres deben hacer un buen acompañamiento".
Cristina empezó practicando natación, gimnasia y squash. Durante un año compitió en las tres disciplinas, hasta que se decantó por el squash. Ahora tiene 14 años y es campeona de España infantil  y este verano competirá en el Europeo Junior de Hungría. Su madre, Anna, explica que llegar a este punto a veces no ha sido fácil y que la niña ha vivido momentos de crisis. A Cristina le costaba mucho tener que ir a entrenar a las seis de la mañana. Ahora estudia en el instituto del CAR y los horarios están hechos a medida, aunque se entrena entre 4 y 5 horas diarias seis días a la semana.

Cuando los chicos están en un centro de alto rendimiento a los padres no les dejan participar mucho, como confiesa Anna. En casa no hablan mucho del squash ni de los resultados porque no quieren interferir en la labor del entrenador, como ven que hacen otros padres: "Hay muchos padres-entrenadores, que se meten en lo que hacen y lo que dejan de hacer los entrenamientos ". Y, en este sentido, Anna añade convencida: "El apoyo emocional es nuestro principal papel: haga lo que haga nosotros estaremos siempre a su lado". Eso sí, es cierto que también le piden compromiso. Si Cristina comienza una temporada, al menos lo ha de terminar.

Presión excesiva.

Cuando Marta vuelve de los entrenamientos, Maite siempre se fija en qué cara pone. Hay días que está contenta y en ocasiones la niña explica ilusionada que ha conseguido algún hito que hasta entonces se le resistía, pero otras veces su cara es un poema. Cuando esto ocurre, en el caso de Marta suele ser porque se siente insegura ante algún ejercicio y tiene miedo de hacerlo mal. "Nosotros intentamos animarla, sin presionarla", explica la madre, que sabe de compañeras de Marta que han terminando dejándolo porque se han sentido demasiado presionadas, o por los padres o por los entrenadores.


Hay muchos estudios que indican que los niños que se sienten presionados por sus padres sufren más estrés y ansiedad y, por tanto, es más fácil que empeoren el rendimiento o que acaben abandonando la práctica del deporte. De hecho, el 16% de los jóvenes dejan de hacer deporte por las presiones que reciben. Las consecuencias de un niño o un adolescente con unas expectativas demasiado elevadas pueden desembocar en el síndrome del burn-out, que se manifiesta con cansancio físico, bajo rendimiento, falta de confianza y poca realización personal. Cuatro de cada diez jóvenes en esta situación terminan abandonando el deporte.

Escrito el  10 May 2016 10:02 en Artículos Interesantes (Columna de Chimo,...)  -  Enlace permanente

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